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miércoles, 18 de septiembre de 2013

adiós.

En pocos casos no es doloroso un adiós. Todos sabemos que es parte de la vida, que no se puede controlar, que por algún motivo, por alguna razón, algún día tenemos que decir adiós a alguien.  
Y duele, duele cuando es alguien que nos importa y que no queremos bajo ninguna circunstancia despedirlos. Muchas veces no nos creemos capaces de decir adiós, pensamos que ese momento nunca llega, pero ninguno de nosotros sabe cuando va a tener que decir adiós...
Eso pasa cuando perdemos a un ser querido, a una persona cercana... Decir adiós nos cuesta la vida. Nos cuesta cada minuto compartido, nos cuesta cada sentimiento, nos cuesta cada recuerdo. Es duro y triste tener que decir adiós a alguien que seguimos queriendo en nuestra vida, a alguien que sentimos que es indispensable en nuestro camino...  
Carecemos de fuerza cuando se trata de decir adiós. Nos desborda un sentimiento de soledad que se queda por un largo tiempo. Sabemos que esta vez nos toca remarla solos, que ya no está más esa persona que antes remaba con nosotros, ahora es más fuerte la corriente y nos sentimos solos, sentimos que nadie se pone en nuestros zapatos, que nadie nos entiende.
¿Cuántas veces nos sentimos así? Es dificil seguir nuestra vida cuando ya dijimos adiós. Es dificil cambiar nuestra forma negativa de ver las cosas. Es dificil luego saber que todo va a salir bien, que nunca más vamos a estar solos, porque ya lo vivimos, porque sabemos que puede volver a pasar, porque el destino ya nos sorprendió una vez y puede hacerlo de nuevo. 
Creo que el peor sentimiento del mundo es sentir esa soledad, que nos pese. Es querer escuchar su voz y oír sólo silencio. Es querer ver por lo menos su sombra y que sólo veamos oscuridad. Que busquemos en cada rincón, en cada lugar, y jamás encontremos a esa persona de nuevo. Es querer revolver en nuestra mente cada recuerdo que tenemos, para no olvidar su cara a reír, para no olvidar sus ojos cuando estaba triste. Para no olvidar su tono de voz. Para no olvidar como se paraba frente a la vida.
Es triste cuando sólo tenemos recuerdos, y que el más reciente sea cuando nos despedimos. Es lo que nos queda en la mente, es lo que vamos a recordar toda la vida, porque queramos o no un adiós nos marca, nos cambia, nos encierra, nos lastima por dentro. Verdaderamente es muy dificil decir adiós sabiendo que no dura minutos, horas, días, meses ni años. Dura toda una vida y en toda esa vida tenemos la esperanza de volver a verlos cuando lleguemos al final de la historia. 
¿Dónde van las personas que se van? ¿Y si les dijeramos adiós y aún se encuentran entre nosotros? ¿Y si jamás las volvieramos a ver? Es duro no saber, no tener certezas de lo que verdaderamente pasa o va a pasar. Sentimos que es más injusto que nunca decir adiós. Sentimos que no estamos seguros, que desearíamos saber cosas que jamás podremos averiguar y vivir para contarlas.
Por más duro que sea un adiós, también es cierto que lo que no mata nos hace fuertes. Un adiós nos da más valentía, más fortaleza. Comenzamos a darle más importancia a lo que verdaderamente la tiene. Comenzamos a apreciar el tiempo y los momentos más que a nada en el mundo. 
Un adiós nos abre nuevas puertas, nos deja tener nuevas oportunidades para ser felices. Y no nos tenemos que sentir culpables por serlo, cada persona es dueña de su vida; los demás solo están para acompañar, a algunos los veremos irse y a otros llegar hasta la meta con nosotros. Hay que ser fuertes aunque ese adiós jamás lo olvidemos y nos duela cada vez que nuestra memoria lo plasma. Hay que recordar que el tiempo es hoy y ahora, que somos capaces de decir adiós y mirar atrás cada vez que queramos y sintamos que es necesario; pero también capaces de mirar hacia adelante y continuar llenos de sueños y esperanzas.

El anillo y la flor.

Como siempre cada viernes, él despierta su corazón y detiene el mundo entero para verla. Como siempre en la tiendita de la esquina está la flor que él sabe que ha nacido para ella. Mientras va para el camino de su casa al amor, el revisa varias veces su bolsillo. Él ya sabe exactamente qué es lo que va a decir y en su mano aprieta fuerte el anillo:
-"Quiero amarte y cuidarte por el resto de mi vida. Besarte hasta que duela el corazón. Quiero caminar contigo, nunca más decirte adiós. Y que el tiempo no pase jamás".
Como siempre él toca el timbre y ella sonríe al ver la flor, pero siente que ésta vez es diferente. Con la voz quebrada y de rodillas toma su mano fuerte y en lágrimas le jura para siempre.
Como siempre ellos hablan del anillo y de la flor. Han pasado muchos años, y aunque ha pasado tanto tiempo; el amor nunca pasó...



sábado, 14 de septiembre de 2013

Miedo.

Voy a dejar simplemente que mis sentimientos me guíen mientras escribo... ¿Y qué siento? ¿Qué siento si voy hasta lo más profundo de mí? ¿Qué siento si alejo todo lo que me rodea y me pongo a reflexionar sobre lo que pasa por mi mente?... En este momento siento miedo, mucho miedo. Siento que las cosas no están mal, pero tampoco están completamente bien, en orden. Siento que hay algo que no me deja estar bien totalmente, y es eso, ese miedo.
Tengo miedo pero no me siento débil, tampoco lo suficientemente fuerte. Creo que tener miedo es sólo un sentimiento más; como tener amor, odio, bronca, alegría o tristeza. El miedo aparece después de que tuvimos una experiencia y no queremos volver a pasar por ella, o tal vez algo nuevo, algo que no conocemos, algo que hace que no todo sea normal, común, cosa de todos los días. 
Este miedo que siento, sé que sólo lo puede sentir alguien que se aferra mucho a algo y no quiere que desaparezca. Porque no miento, en este momento siento que la distancia, el tiempo, las desiciones y los acontecimientos son algo horrible, algo que quiero lejos de mi. Pero no puedo engañarme y esas cuatro cosas existen, están ahí, como un obstáculo que tengo que superar. Porque esas cuatro cosas no se pueden borrar, tan sólo están. 
¿Cómo se hace para traer de nuevo a alguien, si hay todo un mundo que nos separa? Es triste extrañar tanto a alguien y no tener la oportunidad de estar cerca suyo. ¿Cómo se hace con el tiempo? Que bien sabemos que ayuda a superar, a aliviar, pero no a olvidar. Cuando queremos pasa lento, y cuando no, rápido; sin darnos cuenta de tantos momentos ya vividos. ¿Cómo no sentir miedo por las desiciones? Si son lo que elejimos para nosotros; la vida son desiciones que hay que tomar simplemente. Desiciones que nos llevan por mal y buen camino, está en cada uno de nosotros tomar la correcta o no. ¿Y los acontecimientos? ¿Las cosas que pasan sin que queramos ni pensemos? En un minuto podríamos mirar al lado nuestro, y no ver a la persona que más queremos. En cualquier momento hasta nosotros mismos podríamos no estar. No lo controlamos, es el destino que arrasa y se lleva todo a su paso. 
El miedo está ahí, no se va. Siento que estoy encerrada en un millón de preguntas, a las que por lo menos ahora, no tengo las respuestas. El miedo me ataca y lo siento, porque estoy asustada, porque esta vez soy conciente de lo que puedo perder. Porque con haberlo vivido sé que está presente...
No está mal tener miedo, pero si dejarse llevar por el. En este momento estoy luchando para que el miedo se vaya, que me permita abrir los ojos y ver sólo luz, sin sombras por ninguna parte. Pero cuesta, porque el miedo se mete con lo peor de mi, con mi punto débil y hace sacar afuera lo negativo, lo malo.
Ser positiva no es una de mis virtudes, y creo que por ese mismo miedo. Si pienso en positivo y despego los pies de la tierra, muy pronto voy a volver a caer, desde un punto altísimo, del que me voy a llevar una mala experiencia. Por eso prefiero que el destino me sorprenda, prefiero asumir que las cosas son así o peores, no mejores; pero podrían serlo. Me gusta llevarme la sorpresa cuando pasa algo totalmente distinto a lo que pensé, y ahí tener un nuevo motivo por pensar en positivo y vencer mis miedos. 
Entonces, ¿Quién es el culpable; el que vence o el que se deja ser vencido? ¿Quién marca los límites: yo o mis miedos? Nadie sabe hasta donde llega, y los miedos son simplemente eso, una prueba para ver si somos fuertes y valientes para enfrentarlos y vencerlos.